¿Qué tenemos en común quienes trabajamos en esta Fundación?… Que todos estamos convencidos de que la educación transforma vidas. Se han hecho varios libros y películas sobre este tema y hay una en especial que quiero recomendar hoy, se llama “El último vagón”.
En un pueblito de México marcado por la pobreza, precariedad y la falta de oportunidades, una profesora no se deja vencer por las condiciones adversas. La manera de mirar a sus alumnos —con respeto, con paciencia, con fe— enciende en ellos la chispa del cambio. Cada palabra que ella les dirige es una semilla que planta con esperanza, convencida de que, con el tiempo, dará fruto.
Es conmovedora la capacidad de Georgina de ver a cada niño como un universo único, lleno de potencial. En un sistema que muchas veces margina a quienes viajan en “El último vagón”, ella sabe hacer de su sala de clases un espacio de dignidad, de crecimiento y de sueños posibles. Qué poder más maravilloso tienen los profesores; simplemente creyendo en sus alumnos y luchando por ellos pueden cambiar una vida.
Al terminar la película, quedé con el corazón lleno de gratitud. Gratitud por todos esos docentes anónimos que, como Georgina, hacen de la educación un acto de amor y resistencia. Y también con la convicción de que, incluso en los lugares más olvidados, siempre hay una historia esperando ser escrita.